Giré
la moto hacia la derecha con brusquedad, cayendo al suelo con fuerzas y la moto
a unos centímetros de mi cabeza.
-
¡Eh,
eh!
Mikel
se arrodillo a mi lado asustado.
Me
incorporé al segundo e hice como si no hubiera pasado nada.
-
Perdí…
el control… solo eso
Me
faltaba aliento por la caída y el susto.
-
¿Eres
tonta? ¡¿Qué haces sin casco?! ¡Ni siquiera tienes carné!
-
Estaba…
aprendiendo…
-
¡Te
podrías haber matado!
-
Pero
no lo he hecho, así que…
Me
dirigí a la moto pero un dolor en el tobillo me hizo sentarme en el suelo.
Otra
vez, Mikel se arrodillo junto a mí con preocupación.
-
¿Qué
ocurre?
-
Nada,
el tobillo que me duele…
El
chico me observo el tobillo, y con mucho cuidado, lo palpó un poco.
Solté
un leve gemido, poniéndome un poco roja.
-
¿Te
duele hay?
-
Si,
un poco…
-
Tendrás
seguramente un esguince
-
Joder…
Mikel
me sonrió y me cogió en brazos.
-
¡¿Qué
haces?!
-
Otra
vez cogiéndote en brazos. No te acostumbres, ¿eh?
-
Dios
mío…
Rió
y me dio un beso en la frente.
-
Tengo
que devolverle la moto a Jhonny – dije antes de que me sacara del lugar.
-
Lo
se, he reconocido la moto. Cuando caíste le mandé un whatsapp, ahora vendrá a
por ella.
-
Qué
rápido eres cabrón…
Me
sacó la lengua juguetón y me sacó del descampado.
-
¿Y
ahora como se supone que me llevarás a mi casa?
-
Pues
en mi moto, solamente que la llevo YO
Resaltó
la última palabra con mucha exageración.
Su
moto estaba aparcada allí, junto a otras dos.
Sacó
del maletero de la moto dos cascos y me dio uno.
Se
sentó delante y, como es lógico, yo detrás, agarrándome a el lo mejor que
podía.
Por
en medio del camino, sin darme cuenta, apoyé mi cabeza en su espalda con
cariño.
-
Ya
hemos llegado
Abrí
los ojos y me percaté de que ya estaba en mi casa.
Mikel
me miraba con dulzura, sonrojándome un poco demasiado.
Me
levanté de la moto y me mordí el labio al poner el pie en el suelo.
-
¿Quieres
que te lleve dentro?
Me
guiñó el ojo con una sonrisa traviesa.
Reí
y negué con la cabeza.
-
Al
menos dame mi premio, ¿No?
Arqueé
una ceja.
-
¿Qué
premio?
Se
llevó el dedo a la mejilla, refiriéndose a un beso.
Sonreí
y acerqué mi cara.
Pero
en el último momento volteó la cabeza, haciendo que nuestros labios se
encontrasen.
Me
separé de él alucinando.
-
¿Qué
haces?
-
Recoger
mi premio – bromeó.
-
Idiota…
Le
di la espalda, y cojeando entré en mi casa.
Cuando
cerré la puerta, sin saber porque, no pude evitar sonreír y acariciarme los
labios, embobada, así sin más.
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