sábado, 25 de mayo de 2013

Capitulo 9


Giré la moto hacia la derecha con brusquedad, cayendo al suelo con fuerzas y la moto a unos centímetros de mi cabeza.

-          ¡Eh, eh!

Mikel se arrodillo a mi lado asustado.
Me incorporé al segundo e hice como si no hubiera pasado nada.

-          Perdí… el control… solo eso

Me faltaba aliento por la caída y el susto.

-          ¿Eres tonta? ¡¿Qué haces sin casco?! ¡Ni siquiera tienes carné!
-          Estaba… aprendiendo…
-          ¡Te podrías haber matado!
-          Pero no lo he hecho, así que…

Me dirigí a la moto pero un dolor en el tobillo me hizo sentarme en el suelo.
Otra vez, Mikel se arrodillo junto a mí con preocupación.

-          ¿Qué ocurre?
-          Nada, el tobillo que me duele…

El chico me observo el tobillo, y con mucho cuidado, lo palpó un poco.
Solté un leve gemido, poniéndome un poco roja.

-          ¿Te duele hay?
-          Si, un poco…
-          Tendrás seguramente un esguince
-          Joder…

Mikel me sonrió y me cogió en brazos.

-          ¡¿Qué haces?!
-          Otra vez cogiéndote en brazos. No te acostumbres, ¿eh?
-          Dios mío…

Rió y me dio un beso en la frente.

-          Tengo que devolverle la moto a Jhonny – dije antes de que me sacara del lugar.
-          Lo se, he reconocido la moto. Cuando caíste le mandé un whatsapp, ahora vendrá a por ella.
-          Qué rápido eres cabrón…

Me sacó la lengua juguetón y me sacó del descampado.

-          ¿Y ahora como se supone que me llevarás a mi casa?
-          Pues en mi moto, solamente que la llevo YO

Resaltó la última palabra con mucha exageración.
Su moto estaba aparcada allí, junto a otras dos.
Sacó del maletero de la moto dos cascos y me dio uno.
Se sentó delante y, como es lógico, yo detrás, agarrándome a el lo mejor que podía.
Por en medio del camino, sin darme cuenta, apoyé mi cabeza en su espalda con cariño.

-          Ya hemos llegado

Abrí los ojos y me percaté de que ya estaba en mi casa.
Mikel me miraba con dulzura, sonrojándome un poco demasiado.
Me levanté de la moto y me mordí el labio al poner el pie en el suelo.

-          ¿Quieres que te lleve dentro?

Me guiñó el ojo con una sonrisa traviesa.
Reí y negué con la cabeza.

-          Al menos dame mi premio, ¿No?

Arqueé una ceja.

-          ¿Qué premio?

Se llevó el dedo a la mejilla, refiriéndose a un beso.
Sonreí y acerqué mi cara.
Pero en el último momento volteó la cabeza, haciendo que nuestros labios se encontrasen.
Me separé de él alucinando.

-          ¿Qué haces?
-          Recoger mi premio – bromeó.
-          Idiota…

Le di la espalda, y cojeando entré en mi casa.

Cuando cerré la puerta, sin saber porque, no pude evitar sonreír y acariciarme los labios, embobada, así sin más.

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