Dos
pitidos impacientes de una moto.
-
¡Ya
salgo! – grité al mismo tiempo que me ponía el pantalón.
Me
acerqué al espejo y me hice una trenza al lado.
Tres
pitidos más impacientes.
-
¡¡Que
ya voy!!
Me
miré por última vez en el espejo. Voy muy bien vestida, un pantalón vaquero
ajustado con algunas roturas y una camiseta de medias mangas blanco con las
palabras ‘’Sweet and Sexy’’ en negro.
Cogí la
mochila.
Bajé
las escaleras y salí de casa dando un portazo aposta.
-
¡¡Ya
te vale Alicia!! – replicó Teresa al verme salir.
-
¡Perdona!
Me quedé dormida.
Me
senté en la moto y bostecé. Teresa soltó una pequeña risita.
-
Alicia…
-
¿Qué?
-
¿De
verdad piensas ir con esos zapatos?
Me
miré los pies sin comprender.
-
¡Uih!
Llevaba
puesta las sandalias rosas con un osito que uso para andar por casa.
Me
bajé de la moto y entré a toda prisa para ponerme otros zapatos.
-
¡¡No
tardes!! – exclamó Teresa.
Me
intercambie las sandalias por unas botas negras, altas y con un poco de tacón.
Salí
por última vez y esta vez si que nos fuimos al instituto.
Al
llegar, las dos empezamos a correr como nunca hemos corrido en nuestra vida.
-
¡Menos
mal! – suspiré al llegar al pasillo donde estaba la puerta de mi clase. Aun el
profesor no había llegado y los puntuales esperaban.
Teresa
y yo nos miramos y sonreímos aliviadas. Si hubiéramos llegado tarde seguro que
el profesor de Ingles nos ponía un castigo.
Me
acerqué a Erica y Marta que conversaban animadamente.
-
¡Hola!
– saludé sonriendo.
-
¡Mira
la dormilona! – se burló Erica.
Le desvié la cara fingiendo que estaba enfadada.
-
Anda
tonta, ¡Ven aquí!
Erica
y yo nos abrazamos riéndonos como unas niñas pequeñas de seis años.
Marta
tosió detrás de nosotros.
-
Mejor
os dejo solas… que yo aquí sobro…
Nos
miramos y luego a Marta.
Nos
abalanzamos a la vez sobre ella y la estrujamos con mucha fuerza.
-
¡Ay
mi Martuki! – dijo Erica. Le dio un beso en la mejilla.
-
¡Dejarme
guarras! – exclamó la chica asfixiándose un poco.
Alguien
me cogió por las piernas, haciéndome quedar por encima de todos.
-
¡¿Quién
me ha cogido?! – grité mirando al suelo con un poco de vértigo.
-
¡Culpable!
– Albert reía al verme desesperada por bajarme.
-
¡Albert!
¡Bájame!
El
chico cumplió mi orden y me bajó.
Me
dio un abrazo con cariño.
-
Hay
mi enana… - dijo, a la vez que le daba un cate en la cabeza a un amigo suyo que
le acababa de susurrar algo.
-
Déjame,
ya creceré un poco más – me defendí, cruzándome de brazos.
-
¿Crecer
a tu edad? ¡Tu estas loca!
Los
dos reímos, Albert tenía razón, ¡Como iba a crecer con la edad que tenía!.
-
Quitaos
de en medio chicos
El
profesor acababa de llegar y tenía cara de pocos amigos.
Entramos
en clase y me senté entré Erica y Marta. La clase, como todas las siguientes,
fueron aburridas, pesadas y muy, muy lentas.
Cuando
sonó la alarma, avisando de que podíamos irnos, todas recobramos fuerza y
energía y salimos de la clase como si fuera a explotar en cinco segundos.
-
¡Ahora
me reúno con vosotras, que voy a dejar libros en la taquilla! – grité a Erica y
Marta de lejos.
Posé la mochila en el suelo y abrí la taquilla número 161.
Saqué
los libros de Matemáticas, Sociales y Tecnología; intercambiándolos por Francés
y Lengua.
- ¡Ei, Alicia!
Cerré
los ojos con frustración y resoplé.
Mikel estaba dejado en la pared al lado
mía.
Cogió
la mochila y me la mantuvo en alto para no tener que agacharme.
Cerré
la taquilla con un golpe seco y le quité la mochila de las manos con
brusquedad,
Le
miré con disimulo de arriba abajo.
Mikel
llevaba un pantalón vaquero oscuro y una camiseta gris de mangas largas
ajustada a su torso.
Aunque
me de rabia pensarlo, Mikel esta buenísimo, es atractivo y bastante guapo.
El
chico se dio cuenta de que le observaba atentamente y sonrió.
Desvié
la mirada a otro sitio, se me había ido la cabeza.
-
¿Qué
quieres? – pregunté con tono seco.
No
respondió. Me cogió de las manos y sin pensárselo, las metió por debajo de su
camiseta, haciéndome tocar sus abdominales.
Giré
la cabeza sorprendida hacia el. No me lo esperaba.
No
aparté las manos de sus perfectos abdominales y el tampoco me las soltó. No
decíamos nada.
Se
fue acercando a mí lentamente hasta que ya le tuve a unos centímetros...
No hay comentarios:
Publicar un comentario