-
Eh…
si claro
Al
terminar, me cogió con suavidad de la mano y me llevó lejos de la cafetería a
dar una vuelta.
-
¿Puedes
explicarme bien lo que ocurrió ayer?
-
Pues…
Le
conté toda la historia, desde la broma telefónica hasta cuando le eché agua.
-
Soy
un imbecil… - dijo dándose un golpe en la cabeza.
-
Lo
eres, pero más lo soy yo por aceptar la broma…
-
Tu
tranquila, no tienes nada de que preocuparte…
-
Gracias
Mikel…
Nos
sonreímos, mirándonos a los ojos.
-
Bueno,
si que te tienes de que preocupar
-
¿De
que?
-
Me
voy a vengar por haberle tirado agua a mi precioso pelo
Arqueé
una ceja con expresión divertida.
-
Corre…
¡pero ya!
Sin
perder más tiempo empecé a correr por toda la calle.
Mikel
iba detrás de mí, alcanzándome con facilidad.
Al
poco me cogió y me abrazó con fuerza por la espalda.
-
¡Estás
loco!
-
Lo
se, y muy orgulloso estoy
Le
miré unos momentos. El sonreía como atontado, y sin poderlo evitar hice lo
mismo.
-
¿Y
nosotros dos no nos llevábamos mal? – dije riendo.
-
Somos
muy… especiales
Saqué
la lengua y reí.
El
rodeó sus brazos por mi cintura y me hizo girar, quedándonos cara a cara y
nuestras bocas a solo dos centímetros.
Tenía
ganas de besarle, tantas que me sorprendí hasta yo.
Pero
no podía pasar, al menos por ahora no.
Justo
cuando el iba a dar el primer paso, le aparte con un pequeño empujón,
provocando que le diese un beso al aire.
Confundido,
me miró sin saber muy bien que había pasado.
-
Que
tonto eres… - bromeé sonriendo un poco, algo incomoda.
Me
devolvió la sonrisa, un poco molesto.
-
Tengo
que… irme, se me hace tarde – dije nerviosa – ya nos veremos en el instituto.
-
Si,
bueno…
Y
sin nada más le di la espalda, algo confundida respecto a mis sentimientos.
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